Monogamia: ¿Construcción social o naturaleza humana?

Artículo hecho en mi pasantía en Pandora.

(Link: http://pandora.com.do/2017/03/22/monogamia/)

Si bien es cierto que la monogamia es un fenómeno común de la naturaleza, tomando como ejemplo el patrón que siguen la mayoría de las aves, no se puede decir lo mismo en el ser humano. Así lo explica el antropólogo Michele Brivio, quien afirma que menos del 5% de los mamíferos se mantienen con la misma pareja.

Según un artículo publicado en el periódico del Reino Unido The Independent, la infidelidad es la segunda razón más común por la cual se divorcian las personas, superada solamente por las adversidades económicas. De acuerdo al Instituto Austin para la Familia y la Cultura, el adulterio corresponde a la primera razón por la cual las parejas se separan. Sin embargo, la página de estadísticas Statistic Brain, muestra que el porcentaje de hombres que admiten haber pegado cuernos en alguna relación (matrimonio o noviazgo) es de 57%, mientras que en las mujeres es de 54 %. Entonces, si la infidelidad es tan común, ¿por qué se insiste en ser monógamo en una relación? ¿Es natural ser monógamo?

Brivio comenta que es difícil determinar si el hombre primitivo (como especie y no género) fue o no monógamo, pero que dado que esta práctica se ve desde hace muchos siglos atrás, como en la época griega y romana arcaica, sería imprudente descartar la posibilidad. “Desde el Período Clásico, la antigua Grecia definió marcos sociales sobre la cohabitación de parejas; expresiones culturales que los romanos convirtieron luego en leyes”. Aclara que esto sólo se refiere a la monogamia formal, ya que las prácticas sexuales con concubinas y esclavos no eran tomadas en cuenta como un incumplimiento de norma.

Basándose en las proposiciones de Russel, Locke y Giddens en cuanto al amor de pareja, el sociólogo Jorge Marcos Martos expone tres tipos de matrimonios: el institucional, el romántico y el confluente. El institucional es aquél que se lleva a cabo por intereses (usualmente económicos); mientras que el romántico es ideado a partir de la literatura romántica (el que propone entre sus estatutos eternidad, exclusividad y no se sujeta a condiciones) y el confluente es aquel donde ninguna de las dos partes buscan sentirse realizados por medio de la unión, sino que cada cual construye su camino hacia su desarrollo personal.

“En el mundo occidental, hemos sido testigos de cómo un matrimonio pasaba de ser algo que servía a intereses materiales o de alianzas para las familias a algo basado en el amor romántico. Esta concepción de la unión entre dos personas bajo los preceptos del amor romántico sería lo que entendemos hoy como la forma tradicional del matrimonio; la forma ‘ideal’ de este, que descansa sobre las bases de la monogamia,  realización última de las personas y lo que ello conlleva: tener hijos, no ‘morir solo’, etc). Sin embargo, esta concepción es una construcción social basada mayormente en ideas que comprenden el período entre el siglo XVI al siglo XVIII”, explica.

Afirma que “no existe una forma natural inmutable de entender las uniones entre dos personas”, y que la relaciones a partir de amor y deseo, y no por intereses, es una idea relativamente nueva.

El amor confluente, el cual propone Anthony Giddens, desafía al romántico a partir de un cambio en los valores de la vida privada. “Para Giddens, las personas ya no buscan realizarse a sí mismas a través matrimonio, sino que dependen de ellas mismas para sentirse plenos”. Dice que el matrimonio o las relaciones de pareja pasan a ser un medio para poder obtener satisfacción afectiva y sexual. Señala que a este fenómeno se le atribuye a la posmodernidad, o modernidad tardía, como Giddens le llama.

Recalca que la monogamia parece ser la norma que está siendo desafiada en todo momento por nuevas tendencias y formas de entender las relaciones de pareja. Además, de que se da más en sociedades occidentales avanzadas que llevan más tiempo bajo el halo de la posmodernidad.

Reglas claras

El psicólogo, sexólogo y terapeuta familiar,  Ramón E. Almánzar (REAlmanzar) define la monogamia como una construcción social, producto del establecimiento de reglas de convivencia en las culturas. Cataloga la infidelidad como “una conducta mediada por impulsos sexuales”. Dice que la infidelidad es un conglomerado de lo aprendido, lo deseado, lo biológico, propulsado por el permiso que la persona se dé para ser infiel.

Almánzar asegura que lo importante en este tipo de relaciones abiertas es tener las reglas claras. Señala que siempre y cuando se respeten los parámetros preestablecidos, no debería haber cabida para los celos. “Cuando alguno de los dos sienta alguna molestia, lo debe conversar con la otra persona”, aconseja.

El especialista dice que quienes decidan comenzar una relación abierta debe aceptar los impulsos sexuales que se tienen por otra persona, y que una vez se habla de manera honesta al respecto, y ambas partes están de acuerdo, se crean contacto con otras personas con las cuales se es transparente. “La fidelidad en los humanos es construida, pero lo impulsos biológicos siempre reaccionan ante la presencia de estímulos que son atractivos al cerebro. Esto le pone una tarea difícil a la conciencia, ya que es una decisión consciente el no darle permiso a los impulsos de que guíen la conducta”, puntualiza.

Pero, ¿son realmente felices aquellos que toman la iniciativa de estar en una relación abierta? Según un estudio publicado en la revista Psychology Today, en una escala de 4 siendo el número más alto, aquellos con una relación abierta, gozan de un 3.23 de felicidad, mientras que los monógamos solo un 2.98. Este estudio, realizado por los antropólogos James Fleckenstein y Derrell Cox II de la Universidad de Oklahoma, se basó en adultos a partir de los 55 años de edad.

Entonces, dado que las ciencias sociales aparentan clasificar la monogamia como un mero mecanismo de control social y no como parte intrínseca del ser humano.

Foto: Fuente externa (El Mundo)